www.bobila-biblio.tk el fanzine del “Club de Lectura de Novel·la Negra” de la Biblioteca la Bòbila # 53 El más conocido de los autores italianos de novela criminal es sin duda Giorgio Scerbanenco (1911-1969), cuyos inicios en los años cuarenta no sobrepasaron tampoco el marco de la imitación anglosajona con las novelas protagonizadas por Arthur Jelling, un archivero de la policía de Boston. Pero veinticuatro años después Scerbanenco vuelve a la novela criminal y trae ahora un nuevo detective, un detective italiano y milanés, que se desliga completamente de la tradición policíaca extranjera y viene a inaugurar de hecho la moderna corriente literario-criminal del país. Duca Lamberti es en realidad médico, hijo de un policía romañolo que marchó a Sicilia con la ilusión de combatir a la Mafia, pero sólo obtuvo una cuchillada en el hombro, que le paralizó el brazo. Destinado por ello a la burocracia policial milanesa, a costa de sacrificios consiguió que su hijo se doctorase en medicina y que ingresara en la clínica del doctor Arquate. Pero Duca Lamberti decepcionó a su padre. Llevado por su amor al prójimo, por su compenetración con el sufrimiento ajeno, inyectó ircodina a una anciana cancerosa consciente de su próximo fin y la mató. Y en el proceso subsiguiente fue condenado a tres años de prisión por practicar la eutanasia, sin posibilidad de seguir ejerciendo su profesión. Al doctor Duca Lamberti le conocemos –en Venus privada (Venere privata, 1966– cuando acaba de salir de la cárcel. Poco se sabe de su aspecto, únicamente, que era “más bien alto, más bien delgado, de rostro más bien desagradable”. Y que en ese momento le estaba prohibido el ejercicio de la medicina y carecía de vida. Por eso el doctor Carrua, compañero de su padre en la policía de Milán, le proporciona un modes ((continua a la pàgina següent...) BIBLIOTECA LA BÒBILA L'H Confidencial 1 L'Hospitalet / Esplugues modesto empleo que, como era de esperar, termina involucrándolo en un crimen. Lamberti se convierte poco a poco en colaborador de la policía a través de Carrua y va encontrando ocupaciones, a veces mediante propuestas ilegales que le incitan a llegar al fondo del asunto, relacionadas de algún modo con el delito. Duca Lamberti está en posesión de una serie de cualidades humanas de las que seguramente no es la menos destacada su capacidad para compenetrarse con el sufrimiento del prójimo. Sus historias –Traidores a todos (Traditori di tutti, 1966), Muerte en la escuela (I ragassi del massacro, 1968) y Los milaneses matan en sábado (I milanesi ammazzano il sabato, 1969)– no se limitan al puro enigma extendiéndose a los paisajes y ambientes milaneses contemplados con el crudo realismo que les confiere su estilo claro y vivo, pudiendo en ocasiones llegar a ser violento. Salvador Váquez de Parga, Los mitos de la novela criminal Scerbanenco, de padre ruso y madre italiana, murió en Milán en 1968, cuando había alcanzado bastante notoriedad (en 1967 obtuvo el Premio Internacional de Literatura Policial) y había conseguido imponer a su personaje: el investigador Duca Lamberti, un médico astuto, ácido y humorista, protagonista de buena parte de su producción. Dejó una obra bastante irregular, que si bien tiene méritos literarios no resulta innovadora ni jerarquiza al género. Podría incluso pensarse que eso se debió a que su vocación se mezcló con su propia desconfianza acerca de las posibilidades del mismo. Es evidente que Scerbanenco quiso ser un “escritor serio” y que sólo utilizó lo policial como vía para la crítica y el humor. Ya en novelas como Al servicio de quien me quiera o su deficiente Las princesas de Acapulco, Scerbanenco jugó con los mismos elementos: repugnancia por el poder, virulencia contra la hipocresía burguesa, necesidad moralista de rescatar a los “pobres pero honrados”. Todo eso está presente en Ladrón contra asesino, obra póstuma que editó en 1971 la editorial milanesa Aldo Garzanti Editore y en castellano Bruguera (1980). Allí se narra la historia de un joven carterista, un ladronzuelo que sale de la cárcel tras cumplir una condena breve, y se ve envuelto en un crimen que no cometió. La víctima fue su novia, una muchacha buena y humilde a la que adoraba. El carterista huye y busca al verdadero asesino, y mientras tanto se va regenerando, asistido por una pandilla de estudiantes anarquistas (estilo Cohn Bendit, y Scerbanenco lo dice), que con pelos largos, barbas y una dureza sólo literaria ayudan al joven mientras critican la sociedad capitalista y explotadora. Al final, la novela se cae estrepitosamente, en medio de incongruencias imperdonables para la literatura policiaca (detectives privados que se olvidaron de relacionar un crimen con un trabajo previo) y todo acaba en un happy end en el que triunfan la justicia y el amor. Mempo Giardinelli, El género negro Scerbanenco, Giorgio. Al servicio de quien me quiera. Barcelona: Planeta, 1986 (Bestsellers: Serie Negra; 76) Scerbanenco, Giorgio. Els milanesos maten en dissabte. Barcelona: La Magrana, 1987 (La Negra; 14) Scerbanenco, Giorgio. Al servicio de quien me quiera. Barcelona: Bruguera, 1986 (Club del Misterio) Scerbanenco, Giorgio. Muerte en la escuela. Barcelona: Planeta, 1985 (Bestsellers: Serie Negra; 37) Scerbanenco, Giorgio, Demasiado tarde. Barcelona: Bruguera, 1983 (Club del Misterio) Scerbanenco, Giorgio. Muerte en la escuela. Barcelona: Bruguera, 1977 (Club del Misterio) Scerbanenco, Giogio. Doble juego. Barcelona: Noguer, 1973 (Esfinge; 26) Scerbanenco, Giorgio. Perseguidas. Barcelona: Bruguera, 1983 (Naranja; 75) Scerbanenco, Giorgio. Doble juego. Barcelona: Bruguera, 1983 (Club del Misterio; 128) Scerbanenco, Giorgio. Ladrón contra asesino. Barcelona: Bruguera, 1980 (Libro Amigo; 767) Scerbanenco, Giorgio. Las princesas de Acapulco. Barcelona: Bruguera, 1984 (Club del Misterio) Scerbanenco, Giorgio. Milán calibre 9. Barcelona: Planeta, 1980 (Bestsellers: Serie Negra; 80) Scerbanenco, Giorgio. Te llevaré a ver el mar. Barcelona: Bruguera, 1983 (Club del Misterio) Scerbanenco, Giorgio. Traidores a todos. Barcelona: Planeta, 1986 (Bestsellers: Serie Negra; 52) Scerbanenco, Giorgio. Venus privada. Barcelona: Planeta, 1986 (Bestsellers: Serie Negra; 69) Scerbanenco, Giorgio. Naïves auto-stoppeuses. Paris: Plon, 1973 Scerbanenco, Giorgio. Milán calibre 9. Barcelona: Noguer, 1969 (Esfinge; 13) Scerbanenco, Giorgio. Milán calibre 9. Barcelona: Barcelona: Bruguera, 1984 (Club del Misterio) Scerbanenco, Giorgio. Los milaneses matan en sábado. Barcelona: Planeta, 1985 (Bestsellers: Serie Negra; 28) L'H Confidencial 2 Quando, nel 1966, apparve il primo dei quattro romanzi di Giorgio Scerbanenco (1911-1969) con Duca Lamberti, Venere privata, pubblicato, come i successivi Traditori di tutti (1966), I ragazzi del massacro (1968) e I milanesi ammazzano al sabato (1969) e i racconti di Milano calibro 9 (1969), nella nouva “collana viola” curata per la Garzanti da Oreste del Buono, la situazione del giallo del nostro paese non era proprio esaltante. Banditi da almeno un decennio dalla collana da edicola che deteneva il quasi monopolio del genere, incapaci da farsi accettare ai piani alti dell’editoria, dove il poliziesco veniva ancora considerato un genere per incolti o un succedaneo dei farmaci contro la sonnolenza (“Questo romanzo non vi farà dormire!”), gli autori nazionali potevano lavorare, in pratica, solo sotto mentite spoglie straniere e al minimo livello qualitativo possibile. L’imprevisto successo del nuovo personaggio, in effetti, avrebbe offerto a molti tra loro la prima occasione di liberarsi da una poco dignitosa galera. Ed è significativo che di galera, in senso letterario, ne aveva fatta parecchia. Collaboratore di periodici femminili, autore di centinaia di romanzi e racconti “rosa”, Scerbanenco si era già avventurato nel nel campo del giallo, pubblicando, negli anni ’40, le storie di un Arturo Jellings, oscuro archivista di polizia in un’ immaginaria Boston. Ma quella lontana esperienza era davvero remota rispetto alle novità rappresentate dal nuovo eroe. Perché Duca Lamberti, nella sua breve, fulminante carriera, riuscì a diventare appunto quello che né il commissario De Vincenzi né don Ciccio Ingravallo avevano potuto essere: l’eroe che il poliziesco italiano aspettava da una trentina d’anni. La biografia esteriore del personaggio è nota. Medico radiato dall’albo per aver praticato un’ eutanasia (il che gli è valso, in aggiunta, tre anni abbondanti di galera), segue la vocazione del padre, funzionario di Pubblica Sicurezza, grazie alla protezione di un amico di famiglia, il dottor Carrua, della Questura di Milano, che gli permette, dapprima, di seguire ufficiosamente certe indagini e poi lo associa, anche se un po’ vagamente, alle forze dell’ ordine. La morte prematura dell’autore lo ha salvato dalla necessità di riprendere la professione medica, nella quale era stato riammesso alla fine de I milanesi ammazzano al sabato. Nessuno dei suoi gialli è un procedural e l’autore non si preocupa più di tanto della verosimiglianza formale e legale. È imporbabile che un ex detenuto possa partecipare alle indagini della Mobile e che entri in polizia, sia pure per iniziativa di un funzionario autorevole. Ma queste sono banalità. Il rapporto di Duca con la Questura (nella persona, di solito, del brigadiere Mascanti) esprime semplicemente il desiderio di legalità del personaggio, ma in una dimensione tutt’altro che poliziesca. Duca si presenta come un investigatore della tradizione hard boiled, un duro che non rifugge, nei rapporti con i “cattivi”, da una certa dose di violenza. Questo può sembrare in contraddizione con la sua componente intellettuale, con il suo gusto per i problemi teorici e le questioni generali, ma anche queste contraddizioni appartengono al genere e poi i tempi, si sa, erano difficili. Nato in un momento di forte sbandamento ideologico (la sua comparsa, in fondo, anticipa di poco gli anni della “contestazione”) l’investigatore di Scerbanenco L'H Confidencial 3 Scerbanenco esprime, allo stesso tempo, il disagio della crisi (di cui riesce a prevedere con lungimiranza certi esiti, come il degrado della realtà urbana, la diffusione della criminalità organizzata, la corruzione dei pubblici poteri, anche se, naturalmente, se ne lascia sfuggire certi altri) e un’ostinata volontà di normalizzazione. Per lui, il fatto che il quadro valori corrente sia un po’ sottosopra non autorizza nessuno a fare, come si dice, i propri porci comodi. Comunque, anche se il nostro ex medico, nella sua lotta contro chi non rispetta le regole, contro gli “schifosi”, gli “sporcaccioni” e i “traditori di tutti”, sembra preoccuparsi ben poco del garantismo o del codice di procedura, i lettori non faranno fatica a scoprire che la violenza del personaggio (cui può capitare, come tutti, di mollare qualche sganassone di troppo) è, in definitiva, molto esteriore, e che sotto di essa si cela un sano rispetto per i diritti civili. In fondo, come la maggior parte dei duri, anche lui è un buono. È sensibile al dolore degli altri molto più che al proprio. Si intenerisce per i giovani alcolizzati che macerano nel whisky chissà quali assurdi complessi di colpa e per le zitelle che dimostrano più dei loro anni perché “lavora e lavora e poi gli viene quella faccia lì”, più o meno come Philip Marlowe si lasciava intenerire dai vecchi generali malati e dalle segretarie vessate. Il paragone non deve sembrare irriverente. In realtà Duca Lamberti è un “eroe necessario” nel senso chandleriano del termine. Ma è anche un personaggio italiano contemporaneo, una figura credibile su uno sfondo familiare. Non è, come aveva anticipato il suo creatore, “il solito maresciallo che gioca a scopone o il solito Migret romanizzato”. È un interprete genuino e straordinariamnete eloquente del travaglio italiano di quegli anni, nonché la prova del fatto che il lungo ostracismo che l’strablishment letterario ed editoriale aveva decretato contro il giallo non aveva, ormai, più ragione di essere. I lettori che avevano trovato così credibili (e avvincenti) le sue storie, si erano resi conto di come l’Italia fosse cambiata e di come la narrativa popolare fosse perfettamente in grado –a diferenza, forse, di altre forme più paludate di letteratura– di render conto di quel cambiamento. Carlo Oliva, Storia sociale del giallo Lugano: Todaro, 2003 (Impronte – saggi) la Bòbila, la teva biblioteca! 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